
Cómo el coaching con caballos lleva la excelencia a las empresas
La empresa que yo viví...
A los veintiún años y sin haberlo planeado, entré en el mundo de las finanzas de la mano de una empresa española de intermediación. Aunque no era mi primer contacto con el mercado laboral, sí puedo decir que fue el trabajo que marcó el inicio de lo que sería una larga y sorprendente trayectoria profesional en mercados financieros internacionales. Durante esa andadura tuve la oportunidad de trabajar para las empresas más relevantes del sector, a nivel nacional y también para un par de entidades en la "City" de Londres.
Esa etapa llegó a su fin por decisión propia, hace no tanto. Hoy le quedo agradecida por los muchos regalos y aprendizajes que me brindó, aunque reconozco que los entresijos del mundo empresarial que me mostró, no me encandilaron lo suficiente como para desear jubilarme en él. Esos años profesionales entre Madrid y Londres me dieron una visión rica y profunda de la empresa en muy distintos contextos y momentos, me permitieron conocer y formar parte de una variopinta gama de equipos y me enseñaron a funcionar en muy diversos ambientes de trabajo y bajo distintas filosofías, en mi país y fuera de él.

¿Porqué muchos abandonamos el mundo de la empresa?
Si soy absolutamente objetiva, me doy cuenta de que si bien es cierto que a partir de descubrir a los caballos bajo una nueva perspectiva, latía en mí cada vez más, un impulso de dar a conocer y poner al servicio de otros la maestría y sabiduría de esos asombrosos y sensibles animales, lo que verdaderamente precipitó mi decisión de dar un giro radical, fue un momento de lucidez sentada en mi silla de oficina, en el que sentí que estaba desencantada; que más que un puesto de trabajo que me aportara, se había convertido en una rutina que me drenaba energía, y que no quería seguir formando parte ni de esos equipos ni de esas empresas tal y como yo las conocía hasta entonces.
Mi primer día de trabajo siempre empezó con gran energía y entusiasmo. Proactividad, profesionalidad y tenacidad son cualidades que me han acompañado a lo largo de todos estos años en los distintos equipos de trabajo. Creo que fui una buena compañera y una empleada eficaz, resolutiva y rentable. El trabajo en sí me gustaba y disfrutaba mucho dando un servicio de calidad a mis clientes que siempre fueron mi mayor fuente de motivación y reconocimiento.
A ver, un momento. ¿No se supone que la motivación y el reconocimiento deben ser una parte importante de los "nutrientes" que la empresa aporta al empleado, a fin de que siga feliz y contento, trabajando para ella...?
Sin líder no hay equipo
Ahora volviendo la vista atrás, comprendo que me faltaron líderes inspiradores, ecuánimes y ejemplares que supieran hacer equipo. A menudo me pregunté dónde estaba ese jefe capaz de sacar de cada uno de nosotros, nuestra mejor versión y hacer que cada pieza del puzzle encajara perfectamente y se sintiera relevante. O aquel con humildad y seguridad suficiente como para anteponer el éxito del equipo, a su momento de esplendor particular. También creo que a menudo faltó coherencia, integridad y empatía y sobró ego, individualismo y codicia.
A día de hoy sé que de haberme sentido cuidada, mi trabajo e implicación valorados y respetados lo suficiente, y mis intereses personales protegidos dentro de la empresa, probablemente hubiera mantenido motivación para seguir aún algún año más desempeñando mi trabajo y produciendo satisfactoriamente para ellos...

El empleado contento rinde más
A lo largo de todos esos años, también hubo alguna empresa en la que me sentí satisfecha y cuidada, con superiores para los que no era simplemente un número que facturaba otro número, sino que tenían en consideración tanto al individuo con sus circunstancias e inquietudes personales, como al empleado al que hacían sentirse pieza fundamental en el desarrollo de la empresa y copartícipe de sus éxitos. Y eso, curiosamente, retornaba a la empresa en forma de buen rendimiento y lealtad.
Lo que confirma que existen fórmulas en las que conciliar la parte personal y la parte profesional de los seres humanos que conforman los equipos, sin sacrificar los resultados. O mejor dicho, maximizando los resultados, y favoreciendo sustancialmente el nivel de compromiso y el ambiente laboral. Por tanto, si ya con una gestión humana muy discutible y liderazgos con amplio margen de mejora, se pueden alcanzar algunas metas, ¡cuánto mejores serían los resultados y desarrollo de las empresas si invirtieran en tener empleados motivados y felices!
Los caballos y su "forma de liderazgo"
Seguro que una de las imagénes más recurrente y estimulante para la mayoría, cuando se habla de caballos, es la de manadas de ellos moviéndose armoniosamente por extensas praderas como si de un todo se tratara... Y es que en realidad, esa es la forma en la que viven y se interrelacionan en su hábitat natural: en sociedad.
Los caballos son seres gregarios y sociales que se agrupan formando manadas para poder protegerse mejor frente a las amenazas, así como para conseguir agua y alimento. Al ser animales de presa y estar al acecho constante de sus depredadores, requieren de una organización perfecta y eficaz dentro de esas manadas para en caso de peligro, salir huyendo todos al tiempo y así ponerse a salvo, garantizando la supervivencia del grupo y sus crías.

De tal manera, que en esas situaciones puntuales no se pueden permitir acciones individualizadas que busquen satisfacer deseos o instintos privados: eso quedaría automáticamente relegado a un segundo lugar. De hecho, los movimientos que llevan a cabo persiguen un único objetivo o fin común para todos los miembros del grupo en ese momento y para ello, hacen gala de una excelente coordinación entre ellos, de una sólida cohesión como equipo, de una refinada y eficiente comunicación y de un estado de absoluta presencia que ya quisiéramos para nosotros, muchos seres humanos.
Y además, un dato muy inspirador y rompedor que nos ha aportado la reconocida etóloga Lucy Rees después de años de observación, acerca del liderazgo en los caballos, es que no hay un único líder en la manada, sino que el liderazgo es un fenómeno dinámico que viene ejercido por el individuo con la motivación más alta, en un momento determinado, ante una circunstancia precisa.
Y para los humanos, ¿Qué es liderazgo?
Quizá sea una de las habilidades más nombradas y demandadas cuando pretendemos conseguir el funcionamiento óptimo de los equipos. Pero, ¿Sabemos realmente lo que implica ser un buen líder?, ¿Podemos reconocer las cualidades clave que nos convierten en alguien motivador e inspirador para los demás? ó ¿A menudo lo asociamos a personas con notoriedad, éxito personal, autoritarias, embaucadoras, prepotentes, con dotes de mando, control y manipulación?
Si echamos un vistazo a los que se han considerado como grandes líderes en la historia de la humanidad, encontramos una lista de personalidades de distintas partes del mundo y culturas, en la que muchos compartieron la lucha por los derechos humanos, algunos fueron Premios Nobel de la Paz y otros defendieron la no-violencia o la igualdad de los seres humanos. A mí todo eso me hace pensar en cualidades como humildad, solidaridad, ecuanimidad, empatía, escucha, ejemplo, acción, autocrítica, humanidad, reconocimiento, aprecio, respeto, gratitud, afán de superación, capacidad de mediación, de diálogo, iniciativa y muchas cosas más.
Si hacemos alarde de la objetividad más depurada, y miramos a nuestro alrededor en los entornos de trabajo y en los equipos, a lo largo y ancho de la andadura profesional de cada uno, ¿Con cuántos perfiles de ese tipo o similares nos habremos topado?, ¿A cuántos de ellos les consideramos "nuestro líder" y nos despertaron respeto y admiración?, ¿Qué grado de satisfacción y felicidad nos reportó ser parte de aquellos grupos humanos persiguiendo una misma meta? y como empleados o seguidores, ¿Cuánto se nos inculcó esos valores como elementos claves de éxito?
Por ello, no es de extrañar que muchas organizaciones con visión de futuro, apertura a lo nuevo y con un grado de madurez y conciencia elevado, se hayan percatado de la necesidad de implementar y potenciar conceptos y principios entre sus trabajadores, que en otra era hubieran sido impensables o se hubieran considerado una pérdida de tiempo y dinero. Afortunadamente, muchas de ellas optan por invertir en sus recursos humanos y apuestan por métodos y disciplinas novedosas y a veces, hasta revolucionarias que proponen enfoques nuevos y amplían infinitamente las posibilidades de desarrollo.
¿Cuál es el valor añadido del caballo en las formaciones para empresas?
Cuando vamos a trabajar con un equipo profesional, todo el programa de la jornada se diseña en función de una serie de aspectos que previamente nos ha especificado el cliente porque o bien, necesitan ser fortalecidos y consolidados, o porque requieren ser observados, investigados y quizá modificados o sustituidos. Para ello, se elaboran una serie de dinámicas, juegos y ejercicios acordes a las necesidades del equipo, en las que proponemos tareas donde si bien los caballos desempeñan un papel fundamental, son indiscutiblemente las personas, las protagonistas a las que se plantean retos, las que han de afrontar dificultades y sortear obstáculos para llegar a alcanzar un objetivo.
En esos escenarios que van a recrear los caballos y el grupo, se utiliza constantemente la metáfora entre lo que acontece en la pista y lo que se vive en el día a día. Con ello conseguimos un distanciamiento más neutro de la realidad, una visión más objetiva del propio rol y el del equipo y los participantes se convierten por momentos en espectadores, pudiendo ver también "los toros desde la barrera". Además de todo eso, los caballos como seres hipersensibles y sensitivos que son, vuelcan de manera continua información extra a cada situación generada, a través de sus reacciones, comportamiento, lenguaje corporal e interacción con el grupo. Y lo mejor de todo, ante ellos no nos sentimos juzgados, baja nuestro nivel de estrés y con frecuencia, se desbloquean nuestras emociones y aumenta nuestra claridad mental.
Ellos responden a la coherencia o a la incongruencia de los seres que les rodean. Avanzan o se paran, se acercan o se alejan, facilitan la tarea o la dificultan, fluyen con el equipo o se bloquean, llevan su atención a algo concreto, juegan, enredan o derriban objetos que han sido elegidos por el equipo para designar valores, ayudas, emociones, adversidades del camino... Y con ello, nos invitan a reflexionar, a cuestionar y a sopesar cada paso del proceso y el proceso en sí. Así como nuestra actitud, nuestro comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras emociones.
Otro factor intrínsecamente unido a estos animales y que favorece en los humanos la respuesta asertiva, la serenidad y el equilibrio, es el "tiempo-caballo" que se impone en el momento en que se da la relación con ellos y se pretende una simbiosis o colaboración mutua. Eso se traduce en un cambio súbito en nuestro esquema mental: aquí no sirve la urgencia, la impaciencia, la inmediatez, la exigencia, la excesiva presión,... por lo que se hace necesario explorar nuevos métodos, ritmos distintos, herramientas que quizá descartábamos y sobre todo, salir de la zona de confort para investigar opciones más creativas.
Para sintetizar, estos serían algunos de los valores diferenciales que aporta el caballo en el coaching empresarial:
- Invitan a la apertura: El hecho de estar en presencia de caballos, al aire libre, en un entorno distendido y dinámico, ayuda a minimizar barreras, rigidez y resistencias que en otros contextos no se conseguiría.
- Entorno saludable: Dado que se desarrolla enteramente en espacios abiertos y en contacto con caballos, nos aleja de los ritmos frenéticos, la polución y las aglomeraciones de la ciudad, y nos conecta con la naturaleza y su armonía, con todos los beneficios que ello conlleva para la salud.
- Facilitan la gestión emocional: Las propias cualidades del caballo propician en el ser humano un serie de cambios fisiológicos, químicos y energéticos que se traducen entre otras cosas, en desbloqueo de emociones.
- Reducen los niveles de estrés y ansiedad: Con el efecto colateral de predisponer al aprendizaje y a la integración de la experiencia.
- Coaching vivencial: Todas las comprensiones, tomas de conciencia, reflexiones son consecuencia de lo experimentado y lo puesto en práctica a través de la interacción con los caballos, grabándose así en imágenes, sensaciones, etc.
- Aprendizaje de impacto inmediato: Puesto que los caballos hacen que se trabaje con las emociones de principio a fin, es el sistema límbico el que se encarga de procesar toda la información y así queda registrada en la memoria de manera profunda.
- Exigen claridad en la comunicación, límites precisos y contundentes: Los caballos no entienden un "sí pero no", requieren mensajes claros, limpios y coherentes para actuar, por lo que trabajar con ellos se convierte en un laboratorio idóneo para poner a prueba todas estas aptitudes.
- Obligan a la creatividad, improvisación, resolución de conflictos, toma de decisiones, etc.: Al tratarse de seres vivos, espontáneos e imprevisibles, proporcionan constantemente escenarios imprevistos que nos rompen esquemas, que se transforman y requieren una capacidad de respuesta amplia, flexible, imaginativa y dinámica.
¡Quién sabe! Quizá en un futuro no muy lejano, el coaching con caballos se haya expandido lo suficiente como para que numerosos equipos se hayan abierto a la experiencia de aprender con esta metodología, hayan podido beneficiarse de las tomas de conciencia y comprensiones que facilitan los caballos, transformándose así en equipos más felices; tal vez muchas empresas hayan comprobado la efectividad y mejora de resultados derivados de este tipo de coaching tan experiencial y visual y los caballos se conviertan en "colaboradores" indispensables y habituales en los procesos de desarrollo profesional para las organizaciones; o puede que un día lleguen a formar parte indisoluble de los departamentos de recursos humanos o formación de las empresas punteras, o simplemente se erijan en los guías o "gurús" por excelencia del ser humano para volver a rescatar su sabiduría, entendimiento y equilibrio natural...¿Os lo imagináis?
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